El pasado 30 de abril,
el presidente de la República se trasladó a Caraguatá, para celebrar y homenajear a los "trabajadores
rurales" en su día.
Motivados por el
mensaje que llegó a mi celular, desde la Empresa de todos los Uruguayos, donde
se recuerdan los deberes y derechos para seguir dividiendo, me sentí motivado a
investigar, en especial la historia que no me han contado.
A revisar la historia voy
solo obligado por las circunstancias, y solo cuando ésta me sirve para aprender
algo, ya que es un área que no me gusta,
y en la que se suele perder mucho tiempo.
Desde mi perspectiva generacional, siento que tengo más futuro que
pasado y por lo tanto es natural que uno no ponga tanto foco en esos aspectos,
máxime cuando se trata de analizar una guerra tan fría como absurda.
Al parecer, en esa
fiesta campera y entre asados, vinos y muchas palabras, hubo un gran ausente, el
peón rural Pascasio Baez, asesinado en diciembre de 1971.
Pascasio, tenía 46
años, era casado con hijos, y siempre había residido en el campo,
preferentemente por la zona de Pan
de Azúcar. Votaba a los Blancos,
pero jamás había militado en política. Se ganaba la vida con changas, al igual
que muchos. A mediados de octubre del mes de octubre del 71, había salido a
buscar el caballo perdido o escapado de un vecino. En ese entonces, yo solo tenía 2 años de
edad, pero cuando tuve uso de razón, mi abuelo, mi padre, mis tíos, me contaron que existía democracia; había parlamento y también había Tupamaros.
En su búsqueda, Báez
llegó hasta la cabaña "Espartaco", localizada en la Ruta 9, a unos
diez kilómetros de Pan de Azúcar y se topó con un hombre que salía de una tatucera. Aquella era la "Caraguatá", quizás, la más
importante del MLN en la búsqueda de extender su radio de operaciones hacia el
interior del país. En ese recinto
existían armas robadas, era centro de adiestramiento y escondite.
Pascasio Báez fue
detenido, y su destino final comenzó a jugarse. Esas instalaciones valían mucho
para los guerrilleros Tupas,
y las alternativas que se manejaron fueron tres: detenerlo indefinidamente,
llevarlo al exterior Chile pasando por Argentina, o ejecutarlo.
La triste decisión fue
darle muerte, luego de dos meses de cautiverio. Tal es así que el 21 de
diciembre del 71, la dirección del MLN estaba
integrada por Mauricio Rosencof,
Henry Engler, Wasem Alaniz, Donato Marrero y Píriz Budes. El ejecutor, Ismael Bassini, fue quien le dio la
inyección letal de pentotal a Báez Mena, aunque según Zabalza, fue
Tino Píriz Budes el que dio la orden.
Dejarlo suelto los
hubiera forzado a abandonar la tatucera y
perder su costo; abandonar todo lo hecho allí. Se arriesgaban la suerte y
el destino de muchos "compañeros".
Así encontró la muerte
Pascasio Báez. Asesinado -con premeditación y alevosía- por el grave delito de
toparse con un señor que salía de una tatucera en medio del campo.
Aquel hecho, que le
quitó la vida a un hombre sencillo, humilde, padre de familia y honesto, hizo
que sus asesinos, hasta entonces autodenominados guerrilleros, cambiaran su
calificativo, al menos para mí, al de vulgares terroristas.
El sueño que le
quitaron a Baes, se lo quitaron a toda la Sociedad, nos quitaron la democracia
por más de una década, sus utopías,
hipotecaron las nuestras y nunca he escuchado la palabra perdón o autocrítica,
la que como Sociedad en los referéndum hemos otorgado a quienes se embarcaron
en una guerra ajena, absurda y que nuestra generación, sigue pagando los platos
rotos.
Cuando el Presidente
hablaba de que los peones se esconden en los montes por las palizas que les dan
sus patrones, no solo ofende al empleador patrón, sino que ofende y mucho al peón
rural, compañeros ambos de jornadas laborales diarias. Es otro intento por destruir un vínculo
fraterno que existe y existió desde los tiempos en que se fundó la Patria.
La Familia Rural
convive en una misma querencia, comparte las mismas limitaciones de la
naturaleza, la infraestructura, los caminos, la falta de electrificación, pero
por sobre todo, son personas alegres que valoran sus costumbres, sus anécdotas,
sus vivencias y sus vínculos fraternos.
Para la gente de campo,
la ley claro que no es un paye, es mucho más que versos ordenados y espontáneos
que demuestran la inteligencia de los cantores de la Patria.
La Ley para nosotros, es
la causa misma de nuestra existencia, y la valoramos mucho ya que nuestros
antepasados regaron las cuchillas con la sangre para defenderla, en cada
instancia que han pretendido avasallarla.
La Ley se gesta y legitima en los sistemas democráticos, con
legisladores serios que piensan en los intereses de todos. La Ley se acata si nos favorece, pero también
si nos perjudica, por que la inspira el bien común, y si no la creemos justa,
abrimos espacios de democracia directa como son los referéndums.
Lo que me enseñaron en
la Escuela Pública, es que la patria se hizo a caballo, gauchos, indios, peones
de estancia y dueños de estancia, se jugaban el pellejo, sus capitales, en la
defensa de la libertad, la democracia y la justicia. Esa reserva moral, sigue estando en la
campaña, ahora quizás menguada por la profusa extranjerización de la tierra.
Por lo expuesto,
sugiero que así como Antel, la empresa de los Uruguayos, nos recuerda los
deberes de los patrones y los derechos de los empleados a quienes aportamos, se
le mande a los políticos que nos gobiernan, los mismos mensajitos sobre la
importancia de administrar bien nuestros recursos, para que sirvan a la
Sociedad con honestidad y por sobre todo
para que respeten la diversidad cultural e ideológica de nuestro democrático
Uruguay.
Fuente:
Jorge Azar - Gómez.
Testimonios públicos de J. Zabalza.
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